Amor mío
Te conozco desde hace años, en mis primeros recuerdos de la infancia ya apareces tú, siempre has formado parte de mi vida, compartiendo momentos, unas veces alegres y otras no tanto.
Recuerdo cuando era pequeña y me sentaba a tu lado, a disfrutar del sol. Me abrazabas en un vaivén continuo, parecía un juego y disfrutaba de él. También recuerdo esos días en los que junto a mi primo buscaba berberechos y almejas en tu interior, las metíamos en un cubo con agua para después devolvértelas, porque siempre fueron tuyas.
Los años fueron pasando y la niña se convirtió en adolescente. En esos años comencé a visitarte también por la noche. Durante el día, junto a mis amigos, practicábamos deportes en tus orillas y disfrutábamos de ti, sumergiéndonos en tus aguas, algún capuzón que otro me llevé, y parte de ti acabó en mi interior, y si te soy sincera, no fue agradable. Por la noche nos reuníamos en tus orillas, sentados en unas rocas contemplándote, mientras conversábamos y reíamos por cualquier tontería.
Unos años después la mujer se enamoró, ¿te acuerdas? Fuiste testigo de ello, aquellos paseos por tus playas cogida de su mano, aquellos besos apasionados… fruto de todo aquello unos años después tuviste un nuevo amor, mi hijo. A los pocos meses de nacer te lo presenté, lo lleve en mis brazos a sumergirse en tus aguas y disfrutar de ti, como siempre lo había hecho yo.
Recuerdo todas las veces que he surcado tus aguas a bordo de un barco, unas veces a motor y otra a vela, para adentrarme en ti y conocerte por completo. Esa sensación de libertad, emoción, felicidad… sentir el viento en la cara, el olor a salitre, el sol, es indescriptible la sensación de paz que provocas en mí.
También recuerdo los días malos, esos días en los que he sentido que el peso del mundo caía sobre mí, esos días en los que mi único consuelo era ir a verte, sentarme a tu lado y contarte en silencio mis problemas mientras mi mirada se perdía en el horizonte. Nunca te lo he confesado pero en esos momentos eres mi principal apoyo, mi punto de partida para volver a levantarme, tu inmensidad, tranquilidad, serenidad, armonía, ese remanso de paz que me devuelve a la vida.
Siendo completamente honesta he de reconocer que nuestra relación nunca ha sido equitativa, durante todos estos años tú me has dado mucho y yo… yo no te he dado nada. Hasta ahora ni si quiera me había preocupado por ti, he sido muy egoísta. He vivido con la falsa creencia de pensar que siempre estarías ahí y que no necesitabas nada, que tu grandeza te hacia invulnerable, invencible, que yo algún día desaparecería y tu seguirías ahí, con otros amores venideros, que también disfrutarían de ti y les darías lo mismo que me has dado a mí. Ahora me doy cuenta de lo equivocada que estaba.
Hace unos años tu color comenzó a cambiar, tu textura y hasta tu olor, síntoma claro de enfermedad, ¡todos nos dimos cuenta! Pero pensamos que sería algo pasajero, como un resfriado que a la semana ya estás curado, o por lo menos eso nos hicieron creer, y yo desde mi ignorancia lo quise creer, “no hay mas ciego que el que no quiere ver”. Tu comenzaste a gritar en silencio, un grito desgarrador pidiendo ayuda, pero nadie te escuchó, estabas enfermo y en vez de ayudarte seguíamos dañándote, movidos por el peor de los motivos, el dinero. Querido mío, tú no sabes lo que es, porque solo conoces las cosas importantes, y vives ajeno a la banalidad, pero en el mundo en el que yo vivo es el motor que mueve a muchas personas, y por desgracia prevalece el interés económico propio de muchos antes que el interés general, que eres tú.
Tus gritos de dolor no fueron en balde, créeme, nosotros no los escuchamos, pero otros amados tuyos sí. Ellos te conocen más, viven dentro de ti, se alimentan de ti, y te aman más que nosotros, porque entre otras cosas, de tu existencia depende la suya. El 12 de octubre de 2019 muchos de ellos tomaron una determinación, saltaron a tierra firme para pedir ayuda, para reclamar tus derechos, para hacernos ver que te estamos matando. No fue un suicidio colectivo, créeme, fue el acto de amor más puro que puede haber, dieron su vida por ti. ¡Ni te imaginas la repercusión que tuvo! millones de personas de todo el mundo hablaron en tu nombre, en Cartagena y Murcia hubo manifestaciones reclamando tus derechos, y personas como yo que hasta ese momento no habían sido capaces de ver que estabas agonizando, comenzamos una lucha en tu nombre.
Amado mío, ese día comenzó mi lucha personal para defenderte, y te juro que mientras me queden fuerzas no voy a parar hasta conseguir que recuperes tu esplendor de hace años, y no pienses que me rendiré fácilmente, en esta batalla no estoy sola, muchas personas que te aman igual que yo, van de mi mano para unir nuestras fuerzas, nutrirnos unos de otros, movidos por el sentimiento más puro que puede haber, el amor, y que esta guerra no tenga fin hasta que consigamos que dejen de hacerte daño ¡Te vamos a defender de todos los ataques que estas sufriendo!
La Asociación En Defensa del Mar Menor está formada por esas personas que aman al Mar Menor, que disfrutan de él, y que lo van a defender a toda costa, caiga quien caiga. Nuestra fuerza no es individual, es colectiva, y cuantos más seamos, más fuertes seremos. Estamos luchando por hacer que se cumplan las leyes y por que se adopten medidas de forma inmediata para proteger a nuestro amado.
Sola no puedo, te necesito, el Mar Menor te necesita, ¿nos ayudas?
¡Hazte socio!
Olga Cánovas
Abogada
Miembro AEDMM